15 julio, 2006

Domar al León (Zoología auropolitana 1)

Para domar al León no hay que hacer como en “El Príncipito”. No. Es cierto que Exupery escribió un relato genial, y muy cute y todo eso... pero el Zorro no es el León, y el León no vive en la Tierra sino que es una habitante Auropolitano. De modo que no se pueden aplicar las mismas reglas.
Además sabemos que este León en particular es una mierda de león mientras que el zorro francés era una ternura, y por máaaas que se haya creído comprender al León, siempre resultará que el inmenso hoyo negro que es su espíritu guardará alguna sorpresa.

Y al decir hoyo negro no me malentendáis: un hoyo negro no es tan feo ni peligroso como lo pintan; de hecho (y gracias a que la luz no puede escapar a la gravedad de un hoyo negro) el interior de un hoyo negro es el lugar más iluminado del universo, donde brillan con fulgor cientos (sino que miles) de estrellas en hermosa constelación interna. El punto que quiero aclarar (tanto para zoólogos, exobiólogos y simples curiosos) es que el exterior del León que tomamos de ejemplo en este caso no es ni parecido al interior. Y gracias a una particular reacción que ocurre cuando el León se refugia en la Sombra o en las varias sombras que hay en su pradera (obviamente necesita tomarse un descanso) parte del hoyo negro entra en contacto con el universo actual por medio de un vórtice espacio-temporal que implica que grandes cantidades de energía poco estable (y poco conocida, aunque supuesta teóricamente) escapen de su prisión gravitatoria para salir despedidas con impredecible rumbo por la pradera. Ahora bien, esta energía no tiene nada que ver con domar al león, pero sirve tenerla en cuenta para no llevarse desagradables sorpresas al momento de acercarse al León. Conociendo su existencia, y no olvidando que sin la debida protección la radiación puede ser mortal, la aproximación final al León puede llevarse a cabo con relativa seguridad.


En fin, volviendo al tema, SÍ hay una manera de domar al león sin morir en el intento. Bueno, de hecho hay dos o tres:
La primera, es acercarse siendo tú mariposa que a aproximarse agites tus alas y refresques en su rostro el calor del ardiente sol.Aquí no hay problema, pues dado que eres de una especie diferente y no hablas leónico ni el león hablara maripósico pues no hay modo de comunicación más que la simple, efectiva y siempre hermosa comunicación por los gestos y el tacto (no olvidar que a pesar de su piel dura y gastada por las batallas el León es eminentemente un ser sensual). Quizás creas que la mariposa sirve al león, pero no: es el León quien acabará sirviendo a la mariposa si esta lo sabe tratar bien, y con seguridad él la pondrá como reina de la pradera.


La segunda manera, es acercarse tú siendo leona. Siendo leona más grande y más fuerte que él para que a tu lado el León se convierta en tu sombra, en inofensivo gatito que te admire y te siga a donde vayas sin cuestionar tus acciones. Hay que recordar que el León es orgulloso, le gusta sólo lo mejor y más poderoso, no se conforma con menos. Si bien vale la pena el sacrificio, sacrificará con gusto su trono para arrastrarse en la pradera cuando y como se lo ordenes. Y no porque el león no se ame a sí mismo, sino porque el León adora y admira lo que es mejor que él, lo que es bello, lo que es hermoso, lo que lo hace querer ser mejor León, y para lograrlo y para retener a su lado la belleza y la grandeza que ve, con gusto se humillará. Obviamente, “Leona” aquí sirve como figura conceptual. En realidad puede ser dragona, serpiente, cabra, coneja, vaca... hasta libélula. Siempre y cuando sea la mejor de su clase (o al menos lo aparente muy bien) para efectos prácticos es lo mismo.


La tercera manera de domar a león es muy simple: no intentando competir contra él. De por sí que los leones son celosos de sus cosas y se creen la gran cosa. Entonces es un error intentar ponerse a su nivel y hablar su mismo idioma en su mismo terreno, porque la respuesta siempre será orientada a regresar al competidor al sitio que le corresponde. Repuesta que es más fuerte en los leones auropolitanos del continente rojo. Intentar ocupar el mismo espacio del León es arriesgarse a un destierro abrupto y con frecuencia doloroso. Domar al León es sencillo simplemente no ocupando sus territorios con ánimos de confrontación; el territorio del León se puede ocupar para cualquier otro propósito, menos para pelear, ya que siempre encontrará la manera de vencer, así tenga que vender su alma al diablo de la contradicción.


La cuarta manera de domar al León es regresándolo a su territorio amablemente. Los leones suelen salir en exploración a otros terrenos, y con frecuencia descansan bajo la sombra de árboles ajenos. Lo cual no significa que se vayan a quedar allí eternamente, pues siempre preferirán regresar a sus dominios. Pero intentar forzar su paso por un lugar, o apresurarlo a salir de él, siempre resultará en que el León agite su cola y probablemente se tire un pedo en la cara de quien lo fuerza. Si el León descubre que lo encaminan con un ritmo adecuado y lo regresan sin malestar a su sitio, con seguridad su corazón se rendirá a quienes dominan terrenos extranjeros, y abandonará la invasión con mayor prisa.


Es sencillo domar al León.


Ah, si: lo olvidaba.
Hay una quinta manera de domar al León: No poniéndole pruebas, aceptándolo como es y con lo que puede ofrecer. Entre más pruebas se le pongan al león, este se tornará más agresivo y se cansará del juego. Al león no le gustan los juegos (a menos que sean sexuales): le gustan los resultados.