07 julio, 2007

Conversación de la Griot Nebur con Hebi

- ¡Alto! –ordenó Hebi. La Griot Nebur se sorprendió de escuchar a su espalda esa voz conocida.
- Hebi, tanto tiempo sin vernos –le respondió.
- Y sin embargo nunca nos hemos dejado de ver.
Nebur giró la cabeza sobre su hombro y sonrió mirando al piso. La sombra le devolvió el gesto agitándose sobre el suelo tibio del atardecer.
- Insistes en caminar a pesar del camino, Griot? –le preguntó. –¿En qué piensas ahora, Griot?
La Griot Nebur se sentó en el suelo con las piernas entrecruzadas. –En la Eternidad.
- ¿La Eternidad, de nuevo, Griot?
- ¿Puede un ser que permanece un instante en el universo ser eterno, Hebi?
- Tan eterno como el suspiro de un enamorado. Tan eterno como la certeza de la muerte.
- Puedes tú ser eterna cuando me vaya, Hebi?
- Seré eterna gracias a ti, Griot. Incluso ahora me marcho y no lo notas, incluso ahora me quedo en la tierra y me reconoces en cada roca. ¿Qué te preocupa, Griot?
La Griot Nebur respiró hondo.
- Te odio, Hebi. Te odio por ser la única que me pregunta lo que me pregunta. Te odio porque como tú no hay dos. Te odio porque no tienes rostro. Te odio por no poder abrazar, por no poder patear, por no poder estar más cerca.
- Qué odias realmente de mí, Griot Nebur?
- Que eres tú, y yo soy tú. Que no eres nadie más fuera de esta piel. Que eres un sueño anhelado afuera, Hebi, afuera, afuera, no aquí. Que eres el alma anhelada buscada en otras pieles, en otros brazos… te odio porque no estás allá, te odio porque estás acá.
- ¡Ah, Griot! Cuánto dolor compartimos.
- ¡Ah, Hebi!
- ¿No es suficiente para tí que yo sea y esté aquí? ¿Siendo que estamos más cerca de lo que ya estamos, siendo uno y lo mismo?
- No es suficiente. Porque eres todo y eres nada. Eres un sueño acabado al salir el sol, eres poco menos que un suspiro que se esconde en la sombra, en esa eterna sombra que jamás dejarás de ser. Y no te quiero, no así. Porque busco la luz, porque siento la necesidad de un faro en medio del océano. Hebi, lo sabes: somos dos sombras navegando en una cáscara de nuez, azotadas por las olas y las tormentas en la noche sin luna. Y sin importar cuán cerca estés, jamás me podrás brindar el refugio que busco, porque eres nada aunque te sienta todo.
Hebi se agitó en el suelo. Jugó con la hierba y los insectos. Luego se puso a bailar.
- Si con eso fuera suficiente, Hebi.
Hebi se detuvo. Lloró. Y sus lágrimas no eran más que el reflejo de las lágrimas de la propia Griot.
- Hebi, algún día quizás te asombrarás cuando me una a tí en tu baile. Y quizás algún día te veré en los ojos de una mujer de piel. Serán eones, y mientras tanto reposaremos aquí, en este Valle del Silencio, esperando a ser encontradas mientras el viento susurra nombres ya olvidados.
- Lo sé, Griot, lo sé. Uno se acostumbra.