13 enero, 2007

Una conversación de la Griot Nebur con la Hija de la Luna

-No es tanto acerca de heroísmo –le dijo la Griot Nebur a su amiga. – Anoche, cuando lo mencionaste, me quedé pensando en ello.
La Griot dibujó entonces una línea en el jardín Zen con la varita.
-¿Ves esta arena? - Y la hija de la luna posó sus ojos en el pequeño recuadro de arena fina.
-Es arena y es mar –continuó la Griot Nebur mientras miraba la sombra de su mano sobre las dunas. – Esta sombra es el regreso de la hija de la oscuridad, esta luz es el espejo olvidado largos años y reencontrado bajo la almohada de un gato.
En las montañas el silbido de un ave reclamaba la compañía de su pareja extraviada hace rato. Quizás no era un ave.
-¿Por qué dices que no es heroísmo? – inquirió la hija de la luna.
-Por que yo no busco un recuerdo efímero – le respondió la Griot. – Yo busco una huella más profunda que la de una pirámide, un mar más salado que el lago seco, un sueño perpetuo en el olimpo acariciando la falda de la diosa que me protege. Lo que busco no es un algo intenso y breve, lo que busco es un algo perdurable y a la vez sutil, como el aroma de la rosa en la madrugada, como la gota de rocío en la hoja de una lechuga, como el suave tacto de la piel de un conejo… que no duran en el tiempo, es cierto, pero que perduran en el alma.
-¿Y encuentras eso en el espejo de la media noche?
La Griot Nebur se inquietó con la pregunta de su amiga.
-Cada vez soy menos y menos yo.

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