02 mayo, 2006

De cómo la Griot Nebur conoció sus dos almas

La Griot Nebur se dio cuenta de su doble esencia cuando una mañana de abril sentada junto al lago el sol a su espalda proyectó frente a ella dos sombras desde su mismo cuerpo. Su mente se estremeció al comprender que había heredado de sus antecesoras –además del Don- la inusual y poco comprendida capacidad de amar más allá de la piel. Y aunque en un primer momento las dudas sobre la doble naturaleza de las Griot anteriores la hicieron querer pensar otra cosa, los registros de sus obras le dieron la evidencia necesaria para completar el cuadro de su realidad: siempre había una historia del espejo que hablaba reclamando reconocimiento, y siempre la misma frase expresada con diferentes palabras a lo largo de las generaciones: “No sé qué hacer, pues dos almas hay en mí”.

Más tarde ese mismo día el más viejo Nilem del valle le confirmó a la confundida Griot lo que su corazón sospechaba: hubo una Da-raen antes de la Griot que tomó ese nombre, y una primera Ikhmutu y una primera Glayth que en sus días precedieron a la verdadera Ikhmutu y a la verdadera Glayth; y en efecto había existido una Nebur antes de nacer ella misma.

Esa noche la Griot Nebur se sentó en las ramas de su árbol favorito. A sus pies el valle se extendía respirando en paz. Miembros de las tres razas se mezclaban unos con otros. Allí estaban los Sharuk de potente voz, los Haruk de piel inigualable, y los Nilem de ojos penetrantes. Y ella, la Griot.

La Griot Nebur sintió su interior derrumbarse cuando reconoció a una de las doncellas Nilem que se acercó al árbol.
- Griot –le dijo, -¿Honrarías a mi casa al cenar esta noche con mi familia?
Nebur bajó de la rama y , perdida en la indescifrable altivez de la sonrisa unida a la indomable ternura de los labios de la Nilem, le respondió: - Sí, iré a tu casa y a los tuyos esta noche.
La joven se marchó dejando tras de sí un rastro de pureza en el aire.
La Griot Nebur cerró sus puños.
- Lo siento... perdóname –susurró ya cuando la Nilem estaba muy lejos para escucharla. Y Nebur lloró por el futuro de la que hasta ese día había sido su amiga y confidente y que ahora se alejaba para esperarla luego. –Por favor, perdóname... por sentir lo que siento.

Antes de llegar a casa, Annivia-Nilem se detuvo en el puente del arroyo, enjuagó sus propias lágrimas y miró a la luna. – Griot Nebur –susurró ahogadamente, -no estés triste... yo también te amo.

Abril16 de 2006
Bogotá D.C.